La infidelidad no solo afectará su relación de pareja, sino que también tiene consecuencias para su cerebro.
Su relación lleva las de perder cuando usted es infiel, ya que se afecta la confianza, la intimidad y la seguridad, lo que puede llevar a que todo termine, pero los efectos de tomar dicha decisión van mucho más allá y pueden afectarlo también internamente.
Según un estudio publicado en PLoS One, el cerebro de la persona infiel procesa la dopamina de forma diferente, que es de las sustancias químicas que se relacionan con el placer. La forma en la que experimentamos la felicidad, el dolor y el sufrimiento también se ven afectadas.
Una vez que los seres humanos somos infieles, sentimos menos culpa al volver a hacerlo. La infidelidad depende de muchos factores y cada persona puede tener sus propias razones y justificaciones, pero la ciencia asegura que, una vez que usted lo hace, tiene más probabilidades de caer de nuevo.
Una investigación publicada en Nature Neuroscience en 2016, encontró que el cerebro se acostumbra más a mentir y engañar con el tiempo, lo que hace que, cada vez que lo hace, todo se vaya volviendo más y más fácil.
La revista Newsweek reportó que las personas que se identifican como “sensation seekers” tienen niveles más bajos de monoaminooxidasa A, que es la enzima que ayuda a determinar los niveles de dopamina que hay en el cerebro.
Procesar la dopamina de forma diferente es lo que puede llevar a caer en la infidelidad como una forma de tener emoción y de sentir placer o euforia. La sensación que produce puede ser adictiva, lo que puede llevar a una persona a tomar riesgos cada vez más grandes para obtener la misma sensación.
El psicólogo Brian Gladue explica que, “las personas que se arriesgan regularmente y notan que las cosas les funcionan o que no hay consecuencias, tienen una menor capacidad para evaluar los riesgos potenciales y las consecuencias que pueden causar, lo que hace que crean que pueden seguir engañando o tomando riesgos, sin pensar en lo que eso puede hacer y cómo les afecta”.
La ciencia afirma que después de años con una pareja, es posible que las descargas de dopamina que usted tenía al principio vayan bajando, lo que puede hacer que el cerebro se comporte como un adicto, llevándonos a ignorar todo y a dañar a las personas a nuestro alrededor con tal de tener la siguiente “dosis”. En este sentido, la infidelidad se puede volver casi una adicción.
El rechazo y la infidelidad pueden activar partes del cerebro (como la corteza somatosensorial secundaria y la ínsula posterior dorsal) que le hacen sentir dolor físico, según reveló un famoso estudio de la Universidad de Michigan. Lo que pasa es que, en las relaciones monógamas, la infidelidad va en contra del principio y los valores básicos, y eso activa esas partes del cerebro que afectan al cuerpo.
Según un estudio, la infidelidad puede llevar a los hombres a experimentar una forma de ansiedad conocida como Paternal Anxiety, quien viene de la teoría de que ellos no tienen forma de saber si sus hijos son suyos hasta que nacen o hasta que hacen algún estudio, lo que produce inseguridad y hasta miedo, además de que puede llevar a la paranoia y la desconfianza.
Algunas investigaciones aseguran que descubrir que su pareja le fue infiel se puede sentir como cuando usted decide dejar de usar alguna droga a la que es adicto, ya que, de acuerdo con los estudios de la Universidad de Berkeley, el amor puede ser tan adictivo como la cocaína.
El amor puede seguir las mismas vías de recompensa en el cerebro que cuando usa una sustancia adictiva, por lo que el cuerpo puede reaccionar de una forma similar a lo que pasa cuando deja la nicotina.
De acuerdo con Psychology Today, usted puede caer en un comportamiento conocido como Rumination, que es “la tendencia a pensar repetidamente sobre las causas, los factores situacionales y las consecuencias de la experiencia emocional negativa de uno”.
Esta condición hace que la persona piense constantemente en la misma situación, de obsesionarse por tratar de identificar qué hizo mal o por qué le pasó esto, lo que termina haciendo que las posibilidades de salvar la relación se reduzcan.